Extracto muy significativo del reciente y polémico documental “Crude” de Joe Berlinger y que ha levantado el interés, de nuevo, por el caso del Chernobyl Amazónico.
La distribución de beneficios en la explotación del petróleo amazónico está muy desequilibrada. El llamado "Chernobyl de la jungla" o mayor desastre petrolífero de la historia, perpetrado por la negligencia criminal de la multinacional Texaco; ha supuesto el exterminio de varias etnias, la desforestación y contaminación de millones de hectáreas y la violación de los derechos humanos indígenas a costa del enriquecimiento del bando esquilmador. Esta es la crónica completa de la mayor demanda judicial de la historia interpuesta por los afectados.
La pesadilla indígena comenzó en 1967, con la llegada de Texaco (ahora Chevron) a la selva ecuatoriana. Hasta entonces un pequeño pozo inaugurado en la Península de Santa Elena (Ecuador) en 1911 era el único reducto de este tipo de explotación energética experimental y, por entonces, nada rentable. Tres años antes Texaco había conseguido una ‘concesión’ teledirigida del gobierno, de más de millón y medio de hectáreas para prospectar pretróleo a sus anchas y sin ningún rigor medioambiental. Hasta 1990 -cuando abandonó la extracción- Texaco ya había perforado más de 400 pozos, sólo en la Amazonía Ecuatoriana; extrayendo -sin contar los derrames- casi veinte mil millones de barriles de crudo, lo que equivale a 25 años de todo el consumo actual de petróleo y gas en España.

Es muy curioso que, según varios estudios antropológicos, un siglo antes de la invasión-Texaco; los indígenas hablaban de un elemento negro y viscoso que brotaba de forma natural de la madre tierra y que tenía cierto rendimiento energético y hasta medicinal. La primera relación pues del indígena con el ‘oro negro’ era moderada y sostenible… hasta que la mano avariciosa y los brutales y descontrolados procesos químicos de extracción, rompieron la armonía del recurso natural para ponzoñar el desarrollo sustentable de estas tribus y su entorno.

¡Este acuífero huele a gasolina!
El gran error de la desaparecida Texaco (adquirida por Chevron con todas sus ‘cargas’ en 2001), presa de la codicia del pionero y desestimando su responsabilidad como tal, fue obviar los reglamentos de extracción vigentes (por entonces bastantes permisivos pero muy claros) para utilizar, en su beneficio, los métodos prospectivos del desierto que rentabilizaban al máximo sus avaras inversiones. Como fueron las primeros, se les exoneró de culpa y negligencia con la excusa de la generación de riqueza en zona pobre. Vía libre a la rapacidad del poderoso.

En toda extracción petrolífera se producen fluidos asociados o “aguas de formación” en los procesos de separación del agua y gas del crudo antes de ser bombeado a los oleoductos. Estos desechos normalmente son devueltos y reinyectados allá de donde nacieron; la profundidad de la madre tierra. En el Amazonas no, era ‘demasiado caro’. Texaco prefirió hacer con estas aguas piscinas tóxicas al aire libre para el ‘olor’ y disfrute del indio amazónico y su ecosistema. Nada más y nada menos que más de 1.000 piscinas artificiales descubiertas, sembradas por toda la Amazonía Ecuatoriana y regadas con agua ponzoñosa y que a día de hoy siguen abiertas y vertiendo tóxicos a la atmósfera y a los acuíferos adyacentes a través del subsuelo. Ver las fotos.
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